Yacimiento arqueológico de Cancho Roano, el misterioso templo de origen tarteso
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El yacimiento prehistórico de Cancho Roano constituye uno de los más importantes hallazgos de la arqueología española del último cuarto del siglo XX. Se trata de una construcción de origen Tartésico que tras ser incendiada y abandonada con todo su contenido prácticamente intacto, quedó oculta durante siglos, propiciando que haya llegado hasta la actualidad en un magnífico estado de conservación. Su construcción original está datada de al menos el siglo VI a. C., aunque ha sido ampliado y modificado en siglos posteriores.
El descubrimiento de Cancho Roano
En el año 1978, un labrador extremeño llamado Jeromo Bueno, se disponía a construir una alberca de riego en una pequeña elevación del terreno en medio de su finca, llamada Cancho Roano. Al hacerlo se encontró bajo el terreno con grandes construcciones de piedra, junto a una gran cantidad de ceniza y objetos antiguos.
Fue un maestro de una localidad vecina, José Antonio Hidalgo, quien al ver los restos que habían quedado al descubierto, quedó impresionado por la magnitud de las estructuras que se apreciaban, y dio aviso a las autoridades.
El yacimiento prehistórico de Cancho Roano
Cancho Roano es un singular edificio protohistórico, situado en las cercanías de Zalamea de la Serena.
Se cree que estuvo ocupado entre los siglos VII y IV a.C., durante los cuales se fueron construyendo distintos templos, cada uno de ellos sobre el anterior.
Del siglo VII a.C. quedan restos de una sencilla cabaña ovalada de piedra y adobe excavada en la roca. A la que le suceden tres edificios o santuarios que confirman el carácter sagrado del lugar.
Sobre los restos de la primitiva cabaña, a finales del siglo VII o principios del VI a.C., se construye el primer templo, coincidiendo con el auge de la cultura Tartésica. De este edificio se conserva la habitación principal, destinada al culto.
Tras la destrucción del anterior santuario, a mediados del siglo VI a.C., se construye un nuevo edificio, también con función religiosa y de mayor tamaño. De esta época se conserva un pozo, así como el foso que rodea todo el edificio.
Años después, el santuario vuelve a ser destruido y sustituido por una nueva construcción, conocida como el palacio-santuario de Cancho Roano. El edificio, de planta cuadrada, se orienta al Este y estaba dotado de dos alturas.
Cancho Roano se suele considerar como el conjunto Tartésico mejor conservado de la península ibérica, aunque como se ha mencionado, solo el primero de los templos corresponde a época de los Tartesos.
Supone un yacimiento sin duda excepcional y único, tanto por su forma, su tamaño y su estado de conservación, como por los objetos encontrados, que permiten fechar su creación en torno al 550 a. C., mientras que su destrucción no sería posterior al 370 a. C., causada por un incendio, bien accidental o bien intencional, dentro de algún tipo de rito religioso.
Hoy en día, Cancho Roano se interpreta como lugar para sacrificios rituales y centro comercial de carácter religioso de las poblaciones indígenas.
El Centro de Interpretación de Cancho Roano.
En la actualidad se puede visitar en su totalidad, contando con un Centro de Interpretación que es la primera toma de contacto de los visitantes con el yacimiento arqueológico. En él podemos encontrar una gran maqueta interactiva del yacimiento y algunos de los objetos originales descubiertos.
El yacimiento actualmente está cubierto por una enorme estructura metálica. Fue declarado Monumento Nacional en el año 1986.
Los Tartesos, una civilización con muchos misterios.
Tartesos fue el nombre que los historiadores griegos dieron a la primera civilización de Occidente, que situaron en el suroeste de la Península Ibérica. La primera fuente histórica que alude a los Tartesos se encuentra en la obra del historiador griego Hecateo, en el siglo VI a. C.
Los Tartesos formaron una sociedad de la que aún hoy en día conocemos muy poco. Ocupaban el suroeste de la Península Ibérica. Se cree que surgen a partir de población autóctona del final de la Edad del Bronce, en el siglo XI a.C.
Se cree que desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos y, en su fase final, tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios. Su lengua parece ser la antecesora de la empleada por los íberos; existen escasos testimonios de escritura que no han sido descifrados.
La agricultura, la ganadería, la pesca y sobre todo la riqueza minera constituyeron la base de su economía, siendo ésta, en especial la plata y el estaño, el motivo principal de su auge. Su orfebrería fue bastante evolucionada, siguiendo modas y técnicas fenicias.
Los intercambios comerciales los realizaban esencialmente con fenicios y griegos. Y en menor medida con etruscos y pueblos atlánticos.
Construían casas de planta rectangular, de adobe sobre zócalos de piedra. Las ciudades llegaron a ocupar 20 hectáreas, algunas de ellas amuralladas.
A finales del siglo VI a.C. se produce la desaparición de los Tartesos, el motivo se desconoce. La zona geográfica que ocupaban pasa a ser controlada por el pueblo íbero de los Turdetanos, herederos culturales y étnicos de ellos.
En la Biblia hay referencias a un lugar llamado Tarsis, rico en minerales y con el que comerciaban los fenicios, que podría referirse a los Tartesos.
También algunos autores relacionan a los Tartesos con la Atlántida, según la descripción de Platón.
